martes, 27 de julio de 2010

GRACIAS

Hoy vuelvo a escribir después de muchos días y aunque la tristeza me invade el alma, escribiré unas sinceras palabras como muestra del gran afecto que te tengo, y como muestra del cariño que me inspiras. Para ti van mis pequeñas líneas.

Recuerdo la primera vez que te vi. Tu mirada amable y tu imagen bondadosa me brindaron la oportunidad de acercarme más a ti, de tratarte y conocerte.
Y aunque éramos de generaciones diferentes, supimos acoplarnos fácilmente; sólo era cuestión de tiempo; de mostrarse sin caretas, ni disfraces y brindarnos confianza, que era lo más importante.

Con el paso de los años conocimos nuestros mundos; tú con tus cosas y yo con las mías, siempre respetándonos el uno al otro, pero forjando una amistad que poco a poco crecía. Debo confesar que siempre te vi como un amigo grande; ese amigo que me brindó su amistad incondicional pase lo que pase. Y que me abrió las puertas de su hogar como si de algún familiar se tratase.

Recuerdo mucho cuando te visitaba aquellas tardes de los fines de semana; las platicas, las bromas y tantas experiencias tuyas que enriquecieron mis perspectivas de la vida. Ahora todas esas anecdotas son los mejores recuerdos tuyos que en mi ser habitan; créeme, los tendré presente como las oraciones que uno hace día tras día.

Como todas tus historias: las de la ciudad y las del campo; las de la niñez, adolescencia y también las de la adultez. Todas y cada una de ellas las disfruté de principio a fin. Y no te preocupes, que las promesas de jamás revelar tus secretos quedarán para mí. Me los llevaré aquí conmigo en los bolsillos. Por todo lugar y por todo camino.

Y ahora que voy terminando estas líneas, sólo tengo para ti muchas palabras de afecto y un gracias eterno que elevo desde aquí hasta el cielo; gracias por haberme permitido conocer a la gran persona que llevaste adentro. Gracias por todo eso Pepe. Muchas gracias.